¿CÓMO INFLUYE LA ALIMENTACIÓN EN EL DESARROLLO DE LA OSTEOARTRITIS?
La osteoartritis afecta a 240 millones de personas a nivel mundial, tratándose de una patología cada vez más frecuente. Entre sus factores de riesgo encontramos la edad, sexo, obesidad, alteraciones metabólicas, lesiones articulares previas y predisposición genética.
A continuación, nos centraremos en el papel de la alimentación y composición corporal en su desarrollo y mejora. ¿Te lo vas a perder?
Laura Pérez Naharrro - Unidad de Nutrición Neolife e Investigación y Desarrollo Neoactives.
Qué es la osteoartritis
Cuando hablamos de osteoartritis (OA), hacemos referencia a una enfermedad crónica articular de carácter degenerativo.
Se manifiesta con alteraciones anatómicas y fisiológicas caracterizadas por la degradación del cartílago, remodelación ósea, formación de osteofitos (proliferaciones de hueso asociadas a procesos de artrosis o desgaste articular), inflamación articular y pérdida de la función articular. Las alteraciones clínicas más frecuentes se presentan en forma de dolor, rigidez, eritema y edema.
Inflamación crónica de bajo grado y estrés oxidativo
Los condrocitos son células del cartílago las cuales juegan un papel fundamental en el desarrollo de la osteoartritis. En condiciones normales se encargan de mantener un equilibrio entre la síntesis y degradación del cartílago. Sin embargo, en una situación de inflamación de bajo grado, propia de condiciones como el exceso de grasa, grasa visceral, enfermedades crónicas actuales y disbiosis intestinal, favorece el catabolismo. O lo que es lo mismo, la degradación del cartílago.
El vínculo entre el exceso de grasa y la OA se debe a varios factores. En primer lugar, la fuerza mecánica, pues a mayor peso, mayor desgaste de la articulación. Pero, además, como acabamos de mencionar, la obesidad induce a una inflamación sistémica de bajo grado caracterizada por la secreción de células proinflamatorias, adipocinas y citoquinas, que contribuyen a la degeneración articular.
Además de la inflamación crónica, el estrés oxidativo, propio de la edad, del consumo de alcohol, tabaco, exposición solar en exceso e inadecuado aporte de antioxidantes en la dieta, también aumenta el círculo vicioso de la osteoartrotis.
Manejo nutricional e intervenciones en el estilo de vida
El enfoque del tratamiento en la osteoartritis normalmente comprende el ejercicio físico, la pérdida de grasa, el uso de antiinflamatorios y/o glucocorticoides. Una vez diagnosticada, el tratamiento suele ir encaminado al alivio de los síntomas.
En este caso vamos a centrarnos en las estrategias no farmacológicas, como son la alimentación y la actividad física.
En cuanto a los hábitos dietéticos, como ya se ha evidenciado en otras muchas enfermedades crónicas, un patrón de dieta mediterráneo contribuye de forma positiva a frenar la progresión de OA. El elevado consumo de verduras y fruta, característico de la dieta mediterránea, es rico en polifenoles, ácidos grasos omega 3 y fibra. Estos compuestos presentan propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, previniendo la inflamación y la degradación del cartílago.
Los ácidos grasos EPA y DHA, de la serie omega 3, han demostrado disminuir la expresión génica de proteinasas, al igual que lesiones del cartílago y de citoquinas proinflamatorias.
Estos ácidos grasos podemos encontrarlos mayormente en pescados azules (sardinas, caballa, melva, boquerones, salmón).
No solo es importante aumentar la ingesta de EPA/DHA, sino disminuir el consumo de alimentos ricos en ácidos grasos omega 6 para mantener un correcto ratio omega 3:6, el cual se encuentra totalmente desequilibrado (1:20) debido al alto consumo de aceites vegetales refinados presentes también en la bollería industrial, precocinados de baja calidad y fritos. Salvo el aceite de oliva, cuya composición nutricional destaca principalmente por grasas monoinsaturadas, el ácido oleico, de la serie omega 9.
Se ha demostrado que un elevado consumo de ácidos grasos omega 6, tiene como resultado un mayor riesgo en el deterioro del hueso subcondral, el cual se encarga de sostener el cartílago y es necesario para el correcto desplazamiento de las superficies articulares.
En el mismo sentido, las grasas, aunque son necesarias, no deben representar un alto porcentaje de nuestra ingesta calórica. Ya que se ha podido observar cómo una dieta rica en grasas aumenta los niveles de leptina en el tejido cartilaginoso, contribuyendo a una mayor progresión de la osteoartritis. Estos lípidos se almacenan en la matriz de las articulaciones y en los condrocitos del cartílago, lo que supone una mayor inflamación y degradación del cartílago, junto con el deterioro de la estructura de los condrocitos.
En este contexto, las vitaminas antioxidantes como la A, C y E son especialmente interesantes. Sobre todo, la vitamina C, debido a su implicación en la formación de colágeno.
Son fuentes de vitamina A vegetales la zanahoria, calabaza, boniato, algunos pescados y mariscos , y lácteos con grasa. La vitamina C está presente en verduras como el brócoli, perejil, pimientos y frutas, como las naranjas, mandarinas, kiwi y fresas. Mientras que la vitamina E podemos obtenerla a través de frutos secos, quinoa, semillas y aguacate.
Una de las funciones de la vitamina D es la regulación del metabolismo óseo y cálcico. Por este motivo, un estado inadecuado en sus valores afecta a la capacidad del hueso para responder al proceso fisiopatológico de la OA e influir en la progresión de la patología. Debemos asegurar una correcta exposición solar e ingesta de pescados azules y huevo. Y si fuese necesario, recurrir a la suplementación.
La vitamina K podemos encontrarla en vegetales de hoja verde, algas y ciertos aceites. Participa en la mineralización de huesos y cartílagos, por lo que una ingesta insuficiente supone un mayor riesgo para el desarrollo y agravamiento del daño en OA.
La ingesta proteica es fundamental para contribuir a la formación de colágeno. Para ello, debemos asegurar un adecuado aporte de fuentes de alto valor biológico (huevo, carne, pescado, soja) y/o la combinación de alimentos ricos en proteínas.
Por otro lado, y siguiendo en la línea de tratamientos no farmacológicos, la combinación de sulfato de glucosamina y sulfato de condroitina, junto con metilsulfonilmetano y ácido hialurónico, ha mostrado ser eficaz para disminuir la sintomatología inflamatoria articular. En cuanto al dolor, el colágeno tipo II contribuye a reducirlo, a la vez que aumenta la movilidad. Por estos motivos, NeoJoint Formula, junto con las recomendaciones anteriores, está indicado para mejorar la sintomatología de osteoartritis.
Su suplementación ha demostrado mejores resultados a largo plazo que el de antiinflamatorios no esteroideos, tanto en el control del dolor como en la disminución de cambios degenerativos. Y no solo eso, sino también una mejora en la tolerancia y una menor tasa de efectos secundarios.
Por último y no por ello menos importante, la actividad física resulta fundamental. Y debe estar adaptada a la persona. Tanto a su movilidad como a las posibles comorbilidades y preferencias. Es importante, no solo porque genera cambios en el tejido adiposo blanco, sino que contribuye al mantenimiento de la masa muscular. Además, la evidencia científica nos dice que cualquier intervención destinada a la pérdida de peso, debe combinar cambios en los hábitos alimentarios junto con ejercicios de movilidad, fuerza, flexibilidad y a nivel cardiovascular.
Sin olvidar que, para que la pérdida de peso sea mantenida en el tiempo, lo idóneo es recurrir a profesionales, en concreto de la mano del nutricionista. Pues de nada sirve perder cierto peso si luego vuelve a recuperarse. El enfoque debe ir destinado a crear y mejorar hábitos.
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