HAMBRE REAL VS HAMBRE EMOCIONAL: ¿QUÉ TIPO DE HAMBRE TENGO?
Vivimos en un mundo en el que podemos obtener todo lo que queremos de forma casi inmediata. Esta aceleración del ritmo de vida ha contribuido a que los alimentos, sobre todo aquellos más apetecibles y seguramente con menor calidad nutricional, se hayan convertido en el escape de muchas personas. Ya sea como una recompensa por haber tenido un buen día o como una vía para desconectar tras un día lleno de estrés, estos alimentos se han vuelto una tentación difícil de resistir. No obstante, es de vital importancia aprender a gestionar nuestras emociones de manera saludable, comprendiéndolas y canalizándolas adecuadamente. Solo así podremos evitar caer en hábitos poco saludables y cuidar mejor de nuestra salud física y mental.
Estefanía Álvarez Filippone - Unidad de Nutrición Neolife e Investigación y Desarrollo Neoactives.
LA RELACIÓN ENTRE EL HAMBRE Y LAS EMOCIONES
Según la pediatra Jan Chozen Bays, el hambre es un proceso complejo en el que participan varios factores y está clasificada en diferentes tipos, unos más conectados a lo fisiológico y otros a lo emocional. La alimentación, por tanto, puede estar relacionada con nuestras emociones, y esto a veces se convierte en un problema de salud, sobre todo cuando se experimenta ansiedad por la comida.
Esta relación entre alimentación y emociones se va desarrollando a lo largo de la vida desde que somos niños. Por ejemplo: el alimento es sinónimo de protección cuando nos lo dan nuestros padres; luego, lo empezamos a entender como parte de las celebraciones; también como forma de regalo… y así, poco a poco el hambre se va convirtiendo en un proceso complejo influenciado por diferentes factores.
Además, los alimentos contienen diferentes compuestos que actúan a nivel cerebral, generando sensación de recompensa, placer y bienestar. Al igual que los sabores, que también nos generarán placer o aversión, según cada caso.
El hambre emocional es algo habitual, forma parte de nuestra cultura y no tiene por qué resultar negativo para nuestra salud. Sin embargo, el problema empieza cuando la comida se convierte en nuestro principal aliado para afrontar y gestionar las emociones. No es lo mismo tomar un trozo de tarta en nuestro cumpleaños para celebrarlo, a pesar de no tener hambre fisiológica, que entender la tarta como la forma de canalizar nuestras emociones. El primer ejemplo nos da bienestar, el segundo puede empezar a suponer una complicación en la salud física y mental.
El hambre emocional aparece cuando intentamos evitar las sensaciones de malestar que produce la ansiedad. Así, los alimentos se convierten en un parche para deshacernos de esas sensaciones. Para trabajar este tipo de hambre, es importante entender que el foco del problema no es la alimentación, sino más bien lo es el no saber cómo gestionar ciertas emociones. También es fundamental diferenciar qué tipo de hambre tenemos.
HAMBRE FÍSICA VS HAMBRE EMOCIONAL
Diferenciar el hambre física del hambre emocional puede ser un desafío, ya que a veces las señales pueden solaparse y confundirse. Aunque hay algunas pautas que pueden ayudar a distinguirlas:
1) Sensación de urgencia temporal: el hambre física tiende a desarrollarse gradualmente con el tiempo y se puede ignorar o posponer temporalmente. En cambio, el hambre emocional puede surgir repentinamente y sentirse como una necesidad inmediata de comer algo específico.
2) Localización de la sensación: el hambre física suele sentirse en el estómago, acompañada a veces de un ruido de tripas o sensación de vacío. El hambre emocional, por otro lado, se siente más como un antojo específico que se dirige hacia ciertos alimentos, como dulces, snacks o comidas reconfortantes.
3) Naturaleza específica del antojo: cuando se trata de hambre emocional, las personas tienden a anhelar alimentos particulares, generalmente aquellos que les brindan consuelo o satisfacción emocional. En contraste, el hambre física no suele estar vinculada a antojos específicos, y es más probable que estés abierto a diferentes opciones de alimentos.4) Respuesta a la saciedad: cuando comes por hambre física, te sientes satisfecho y la sensación de hambre disminuirá a medida que tu cuerpo se nutre. En el caso del hambre emocional, la satisfacción puede ser temporal y, una vez que hayas comido el alimento deseado, es posible que te sientas culpable o arrepentido por haber comido en exceso.
5) Desencadenantes emocionales: el hambre emocional a menudo está vinculada a desencadenantes emocionales, como el estrés, la tristeza, la ansiedad o el aburrimiento. Es probable que te sientas impulsado a comer como una forma de afrontar o escapar de estas emociones.
CLAVES PARA CONTROLAR EL HAMBRE EMOCIONAL
Una vez diferenciada el hambre emocional del hambre física, podremos manejar mejor la relación que tengamos entre las emociones y ciertos alimentos, y disminuir las ingestas asociadas a sensaciones negativas. Es importante conseguir una nueva forma de canalizar nuestras emociones.
Busca formas saludables de hacer frente a tus emociones en lugar de recurrir a la comida. Esto puede incluir actividades como la práctica de la meditación, el ejercicio físico, la respiración profunda, el yoga, la escritura o hablar con un amigo o terapeuta. También es importante tomar conciencia de tus emociones y de los desencadenantes que pueden llevar al hambre emocional. Mantén un diario de alimentos y emociones para identificar patrones y desencadenantes específicos.
Recuerda que el hambre emocional es un proceso complejo y que cada individuo puede experimentarlo de manera diferente. Es importante trabajar en conjunto con profesionales para obtener un enfoque personalizado.
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